Tres bandas; orcos, sombríos y nórdicos se dieron cita en lo que parecían cuatro casuchas a las afueras de la ciudad.

Ninguna de ellas sabía en cual de esas construcciones se podría esconder la banda de Wülfen y su preciado tesoro.

Los orcos se apresuraron y la primera puerta que tiraron abajo se encontraron a cuatro sorprendidos espadachines haciendo guardia. Esa era la casa correcta.

El resto de las bandas se percató de los gritos de alarma y del chocar de las espadas y acudió raudamente.

Los humanos y los elfos obviaron la presencia del otro pues el tiempo era demasiado valioso como para perderle en una mediocre pelea.

Dos de los espadachines de Wülfen cayeron presas del troll que se introdujo torpemente dentro de su guarida. Mientras los otros dos atrancan la puerta de la habitación contigua. Ganando tiempo antes de que se les ocurriera algo mejor.

Los orcos, al verse rodeados, optaron por encerrarse y se disponían a tirar abajo la puerta que les separaba del preciado botín. Tanto los elfos como los nórdicos se impacientan y esta vez sí comenzaron las hostilidades de lo que a la postre sería una sangrienta matanza.

Los nórdicos salieron muy mal parados de esta disputa mientras los elfos se acercaban cada vez más ansiosos al fortín que los pielesverdes se habían montado.

Ya con el botín en su poder y quedando solo el chamán y el troll vivos, estos negociaron a través de las ventanas con los restos del pelotón nórdico para repartirse el botín. A regañadientes y dada la difícil situación estos aceptaron y los orcos restantes salieron a la caza de los elfos dejando el botín en manos de los humanos.

Aunque pelearon bien y se pudieron llevar a muchos elfos con ellos, la banda orca pereció y ahora solo quedaban un par de arqueros humanos y Korith el jefe de la banda élfica.

Mientras se apuraba con aquel cofre, Korith dejó de lado su arco y cargó con sus dos dagas a los humanos.
Estos, debido a la rapidez del elfo, solo pudieron contemplar moribundos desde el suelo como este último rehacía a los supervivientes de su banda y abandonaban junto a los primeros rayos del amanecer aquella cruenta escena.
Los sombrios habían obtenido el primero de aquellos suculentos cofres, pero todavía no sabían que podría contener….
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