Trasfondo
Tzeentch es el Gran Hechicero, el Dios de la Magia y el Señor del mutable flujo del tiempo. Conocido como El Que Cambia las Cosas, dirige el destino del universo tejiendo los hilos que conectan todas las acciones, tramas y sutiles intrigas en un juego de manipulación y subterfugio. Al final de cada uno de esos hilos se encuentra la engañada alma de un títere humano. Es el maestro de la magia, pero también de la suerte, del destino, la intriga, la historia y el subterfugio. Como el cambio es inherente a la esencia misma del Caos, Tzeentch exige maximizar el poder sobre todos los que adoran al Caos, ya que sin transformación, un guerrero no puede ascender a la grandeza, los dioses no pueden otorgar sus dones, y los vivos no pueden morir. Tzeentch guía a los inconscientes mortales por aquellos caminos que le ayudarán a aumentar su poder, aunque éstos nunca son conscientes de su función en este plan. Concede sus favores a aquellos que utilizan la inteligencia para controlar el mundo, especialmente a los Hechiceros y a las criaturas mágicas. Se deleita con las artimañas y los politiqueos de los humanos, y concede favores a los astutos antes que a los fuertes, a los manipuladores antes que a los violentos.
Esta entidad a la que los humanos adoran tiene un millar de nombres y caras. Conocido como Tchar entre los bárbaros del norte, Chen en el este exótico oriente y Shunch en las calurosas junglas del sur, y en todos esos lugares su nombre siempre es sinónimo de cambio, ya que la única constante que tiene Tzeentch es su inconstancia. Sin embargo, en todas partes se le conoce como un manipulador sutil que posee una sabiduría exhaustiva. Tzeentch conoce cada pizca de odio que hay en el corazón de un hombre, igual que conoce el destino final de cada estrella del cosmos.
Sus planes son siempre rebuscados y de un alcance vastísimo, pues se extiende a través de un número inimaginable de eones, y resultan incomprensibles y contradictorios para toda mente mortal, o contra los propios intereses de Tzeentch. Sólo Tzeenrch alcanza a ver las posibilidades de los potenciales futuros que se entretejen como hilos y filamentos multicolores. Los planes de Tzeentch se extienden a lo largo del tiempo y el espacio, y pueden precisar de Incontables siglos para su consecución. Pero, ¿qué suponen unos simples cientos de años para un dios que existía mucho antes del principio de los tiempos y continuará su existencia mucho después de que el mundo haya dejado de existir?
A parte de ser el señor de flujo, Tzeentch es también maestro de la energía siempre cambiante a la que los mortales llaman magia. Conocido como el Gran Hechicero, Tzeentch regala increíbles poderes mágicos a aquellos que lo honren para que cambien la realidad a su antojo. El insignificante, el desesperado y el ladino le rezan pidiendo ventaja sobre sus rivales y suplicando fortuna. Los chamanes de las tribus del Norte le dirigen todas sus plegarias, le ruegan poder gobernar por encima de los caudillos guerreros y les suplican fortuna en todo lo referente a las actividades mágicas. A la larga acabarán por recibir el don de la mutación muy por encima de cualquier otra cosa, pues Tzeentch es sinónimo de cambio, y los verdaderos discípulos de la Gran Conspirador aceptarán esta mutación con gran entusiasmo. En el Imperio y en los demás reinos del hombre, los adoradores de Tzeentch se agrupan en sociedades secretas a través de las que cada uno trata de aumentar su rango y su influencia.
Es difícil dilucidar el verdadero objetivo de Tzeentch. Si pretende dominar el mundo, sus métodos son, en el mejor de los casos, indirectos, y al parecer prefiere utilizar a los demás como peones para llevar a cabo sus planes. Tzeentch disfruta corrompiendo a los mortales, para lo cual les bendice concediéndoles poderes que son incapaces de controlar. Los más vulnerables a las promesas del Gran Transformador son los hechiceros, sacerdotes y demás individuos capaces de manipular la magia. A los mortales sin capacidades mágicas, como los estudiosos y demás personas cultas que aspiran a saber más para, en el fondo, obtener más poder, Tzeentch hace promesas seductoras de conocimientos secretos y sistemas para acabar con los rivales. El líder de cada una de estas sectas normalmente recibe el nombre de Magister, el hechicero más poderoso de todos los miembros de la secta, los cuales se clasifican en distintos grados de afiliación. Estas organizaciones son tan herméticas y complejas que el único que conoce la identidad de todos los miembros del culto es el propio Magister.
Tzeentch es el amo de la magia, el susurro secreto del poder, el Señor de la Transformación. Regio y terrible, Tzeentch mueve los hilos de la magia y el destino desde su, escrutando el entramado del futuro y el pasado para manipular el mundo a su antojo. Es el más generoso de los dioses del Caos y concede favores a todo el que lo pide, pero el precio ha pagar que pide a cambio de estos favores es extremadamente terrible. Es el maestro de las mentiras y el subterfugio, de los poderes secretos ocultos tras el trono, de pactos oscuros y de negocios que acaban en traición. Tzeentch es la mayor fuente de Magia del Caos, y muchos de sus seguidores son magister negros o estudiosos de lo oculto. Incluso aquellos que le dan la espalda lo reconocen como origen primario de la magia.
Las legiones de Tzeentch no son tan numerosas como las de encolerizado Khorne, y no poseen la resistencia impía de aquellos que pertenecen a su rival Nurgle. Sin embargo, el poder de las huestes de El Que Cambia las Cosas no se puede medir con simples números. El cielo que cubre una hueste de Tzeentch se retuerce y arde en un torbellino de energía. Sus estandartes están rodeados en rayos que retruenan y rugen hacia los ojos de aquellos que los miran. Las armas y armaduras de los elegidos de Tzeentch brillan por el fuego. Cuando el Gran Conspirador está en auge, sus guerreros reciben la habilidad sobrenatural para percibir y reaccionar a docenas de futuros posibles. Los Hechiceros que van en cabeza liberan maldiciones y rayos de fuego mágico que inmolan o mutan a todo lo que tocan .
La visión de una hueste de Tzeentch a menudo conlleva un cambio drástico en la batalla: un gran héroe conquistador se ve reducido a un pueblerino idiota, un refugio seguro se transforma en una trampa mortal, o una valiente y última resistencia se convierte en aniquilación. Estos son los espectáculos que divierten y ocupan la Gran Conspirador. Si los cambios que este contempla tiene que ver con soldados de carne y hueso entonces tanto mejor, ya que la transformación de la vida a la muerte es el más grande de todos los cambios.[/i]