Hoy puede ser Ese Día

Started by Shandalar, September 23, 2016, 19:05:37 PM

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Shandalar

El día era tan oscuro como lo eran todos los días en Mordheim. El suelo aún estaba mojado, un suelo que ya no recordaba lo que era la luz del sol. En su camino hasta aquí a través de la Ciudad de los Perdidos, la  banda de Matadores había sufrido una tormenta eléctrica, una ola de calor y una lluvia que provocó una inundación en cuestión de minutos. El tiempo en esa maldita ciudad estaba en sintonía con la locura en la que se había convertido. Y, en ese suelo aún mojado del barrio de los Magos, el ruido del acero chocando y los disparos de los negros arcabuces habían roto el habitual silencio mortal de la Ciudad Maldita; silencio que siempre se intenta conservar para no atraer a cosas que es mejor dejar tranquilas.

Varios de los Matadores más novatos cayeron antes de poder siquiera levantar sus hachas ante los disparos. A los oídos Gragni, uno de los tres Matadores Veteranos, había llegado la posición de una enorme caja fuerte en esa zona de la ciudad mientras tumbaba a varios bravucones Middenheimers en una apuesta de beber cerveza en la única taberna de los destartalados campamentos de fuera de Mordheim que tenían auténtica cerveza Enana, y no esa porquería para bebés que hacían los humanos -pensar en ella hizo que Aelaf se pusiera aun más furioso, por lo que empuñó su hacha con más ahínco-, y todos sabían que antes o después eso atraería a indeseables al lugar. Ante la perspectiva de un buen botín de oro y bestias con las que luchar, la banda de Matadores se dirigió a la zona, pues ése podía ser "ese día". Y, definitivamente, lo podía ser.

El musculado brazo tatuado con runas de Aelaf se tensó cuando rechazó el intrincado mosquetón con una afilada cuchilla que su oponente empuñaba contra él. Por ésta y varias calles cercanas más se había desatado una batalla cuando los otros llegaron en busca de la caja fuerte. De todas las abominaciones que había en Mordheim, tenían que ser precisamente ellos. Solo pensar en su nombre era detestable. Nunca lo diría, lo juraba por Grungni.

El anuncio de su llegada fue el fuego de los mosquetones que pilló a los Matadores desprevenidos. Inmediatamente, y con dos miembros menos, la banda entera se lanzó contra sus oponentes cantando la letanía de su propia muerte. Otro Matador más cayó ante la cortina de plomo que los Enanos del Caos habían lanzado contra los Enanos en su segunda andanada de disparos. El más inconsciente de todos, Skaggi (cuyo cuerpo plagado de cicatrices era buena prueba de ello) recibió un disparo que le atravesó el hombro, pero no pareció importar demasiado al Buscamuertes mientras se lanzaba como un poseso contra los Hobgoblins que protegían la entrada a un edificio desde el cual sus amos estaban disparando. "Una más para su colección", pensó Aelaf.

Una gigantesca armadura metálica de la que rezumaba fuego entre sus aberturas salió al frente de los Enanos, y Gragni fue rápidamente el que la encaró. "Tiene suerte, quizás para él hoy sea "ese día"." -pensó Aelaf-. El Matador llevaba un rato luchando contra la aberrante creación demoníaca de sus despreciables primos. Gruesas gotas de sudor caían de la frente del Enano, algunos pelos de su barba y cresta se estaban chamuscando y en su cuerpo se veían quemaduras a pesar de que el K'daai no había conseguido atravesar sus defensas. En una batalla de desgaste, el monstruo tenía las de ganar. La enorme hacha que empuñaba el Matador bailaba constantemente, incapaz tampoco de atravesar la gruesa armadura llena de grotescas runas del constructo-demonio.

Aelaf se concentró en su oponente, una figura completamente embutida en una negra y horrible armadura cuyas hombreras tenían la cara de un toro. Su cabeza estaba totalmente cubierta por un liso casco de acero, que solo tenía dos pequeñas aberturas para los ojos. Bajo el casco una negra barba adornada con bolas de acero y pequeños huesos hacía que no hubiera duda alguna acerca de lo que era. Empuñaba un intrincado mosquetón lleno de cuchillas que usaba a modo de arma con terrible destreza en cuerpo a cuerpo. Al fornido antiguo herrero le resultaba imposible abrir un hueco en sus defensas. Cada golpe era repelido por la cuchilla de la Guja de Fuego, y a su vez tenía que parar los precisos golpes que le daba el Enano maligno. El Matador intentó dar un golpe bajo pero una vez más su acorazado oponente bloqueó el ataque con su arma.

El Guardia Infernal dio un paso atrás y lanzó una estocada frontal directamente contra su pecho. Aelaf esquivó el ataque con una velocidad que su oponente no esperaba y lanzó un golpe directo contra la cabeza del Enano corrupto con una fuerza brutal. El hacha impactó en el casco y lanzó al Enano del Caos medio metro hacia atrás. Una gigantesca brecha apareció en la plana máscara que le cubría el rostro, y se amplió hasta que el casco se partió en dos limpiamente, cayendo al suelo con gran estruendo. Una cara llena de cicatrices y con dos afilados colmillos saliendo de sus labios le miró con un odio infinito. Nunca en la vida del Matador, a pesar de los centenares de pielesverdes, skavens, ogros y demás ralea con los que había acabado, había recibido una mirada así.

Aelaf aprovechó el momento de aturdimiento que sufría su oponente para lanzar un golpe letal, pero el Guardia Infernal bloqueó el ataque una vez más, reponiéndose antes de lo que el Matador pensaba. Oyó los gritos de los Hobgoblins que estaban siendo masacrados por las hachas torbellino de Skaggi y también el grito ahogado del joven Algrimm mientras era atravesado de lado a lado por la alabarda de un Enano del Caos embutido en una cota de placas color granate y un casco con forma de calavera. Hasta el final, el Enano siguió con una mirada desafiante ante su despreciable enemigo.

El Enano del Caos aprovechó la cercanía Aelaf y lanzó una patada con su pie acorazado directamente a la robusta rodilla del Enano con una mueca maliciosa. El Matador sintió un dolor agudo y trastabilló ligeramente, ante lo que el Guardia Infernal lanzó un ataque directo a su cabeza. Un rápido giró de su muñeca le permitió desviar el ataque, pero no lo suficiente para evitar que la afilada hoja se clavara en su brazo. La sangre empezó a salir del tajo y cubrió el grueso brazo del Enano.

Aelaf hizo un gesto de dolor y empujó a su oponente hacia atrás con su hacha aprovechando que tenía bloqueada la Guja. El dolor empezó a subirle por el brazo ante el brutal golpe que había recibido. En un gambito final, sin preocuparse lo más mínimo por su propia supervivencia, el Matador se lanzó contra el Guardia Infernal con el hacha en alto con un rugido salvaje. El hacha trazó un arco de muerte de arriba a abajo hacia el Enano corrupto, que puso su arma verticalmente para detenerla. El golpe fue tan brutal que hizo saltar algunos pequeños guijarros del suelo, mientras ambos Enanos hacían una fuerza descomunal. Los brazos de Aelaf se tensaron hasta parecer que iban a explotar, en un momento que se hizo una eternidad, mientras el Enano del Caos intentaba desesperadamente aguantar el golpe mortal que caía sobre él con sus rojos ojos brillando con rabia. Finalmente, la runa del hacha de Aelaf se iluminó con un brillo naranja. La Guja de Fuego se partió en dos limpiamente ante el embate del hacha rúnica, que perforó armadura, carne y hueso como si fueran de papel. La sangre manó a borbotones del pecho del Guardia Infernal, que cayó al suelo a plomo con una mirada de desprecio y a la vez sorpresa. Pareció que quiso decir algo en su lengua maldita mientras caía, pero de sus labios lo único que salió fue una cascada de sangre.

Aelaf recuperó el aliento mientras el cadáver del Enano del Caos empapaba el suelo. Contempló la zona y vio que la lucha seguía por todas partes, hasta que se fijó en el fondo de la calle en un Enano que a primera vista parecía un Matador encaminándose hacia él. En cuanto se acercó un poco, vio que su pelo era negro y malignas runas bailaban en su pecho. Sus hachas parecían estar ardiendo en llamas, de igual manera que sus ojos. Una estela de fuego seguía sus movimientos, como si tuviera en su interior una energía que su cáscara mortal apenas podía contener.

Mientras el Dybbuk Ardiente corría hacia su posición, Aelaf sonrió como solo un Matador puede hacerlo, feliz ante la criatura de pesadilla que cargaba contra él. Quizás finalmente ese sí que fuera "ese día".



Rhisthel

Muy chula :D Cada vez estoy más convencido de añadir un relato a cada banda xD

Drawer

Mola el relato!

Me ha costado casi un año leerlo pero al final lo he hecho eh? XD

Me encanta el final, creo que coge perfectamente la esencia de lo que es un matador enano

Shandalar

Oleeee, jajaja.

Solo falta Anselmo!

Anselmo el Setas

Coño, creía que había comentado alguna cosa en su momento... mea culpa  ::)

Mola mogollón, la pelea es muy épica y la verdad es que me da ganicas de ponernos pronto con el tema de las runas, aunque luego lo pienso dos veces y me acojona abrir esa caja de Pandora xD


Mortheim

una pasada!! Pero me da pena que caiga contra el bichote ese del caos ardiente...