Trasfondo
Probablemente, el peor considerado de todos los clanes Skaven sea el Pestilens. Conocidos como los Monjes de Plaga, los discípulos de la enfermedad y la descomposición, están dedicados con un fervor malsano a extender la pestilencia y la corrupción en nombre del dios de los Skavens, la Gran Rata Cornuda. En su fanatismo enfermizo, se dedican a la creación y propagación de las más terribles enfermedades, como la Plaga Negra, la Viruela Roja o la Peste de los Ojos Sangrantes, utilizándolas como herramientas contra la humanidad para intentar doblegarla. Y lo que es peor aun, luchan con una furia homicida inspirada por su devoción frente a la que pocos pueden hacer frente, además de ser terriblemente resistentes por estar acostumbrados a la enfermedad.
Los Skavens del Clan Pestilens están endurecidos por la exposición a enfermedades ni siquiera imaginables por la humanidad, usando sus pandémicos conocimientos contra sus enemigos. Para ellos, extender la enfermedad es un deber sagrado, una tarea asignada por la mismísima Gran Cornuda. Consideran cualquier intento de curar una enfermedad poco menos que una herejía, aunque se guardan esa opinión dentro del clan, pues podrían enfrentarse con los Videntes Grises si sospecharan de ellos, y ni siquiera uno de los Grandes Clanes podría resistir que esas ratas hechiceras les acusaran de herejes. Aunque sueñan con derrocar a la orden de los Videntes Grises de su posición de profetas de la Rata Cornuda y ponerse en su lugar como los verdaderos portadores de su palabra, de momento saben semejante tarea no está a su alcance.
Los Monjes de Plaga son fanáticos dedicados en cuerpo y alma a extender la corrupción y la podredumbre en nombre de la Gran Cornuda. Estos devotos discípulos de la enfermedad son únicos en la sociedad Skaven, ya que están completamente entregados a su clan y a su objetivo de crear la enfermedad definitiva. Una vez que esta plaga devaste a todos los habitantes de la superficie, los Skavens podrán alzarse entre las ruinas y reclamar su herencia: el mundo entero. Siguiendo esta teoría, la Rata Cornuda sabrá quien ha llevado a sus hijos hasta su legítima y preordinada ascensión, y el Clan Pestilens se sentará sobre todos los demás clanes, reinando supremo.
Cualquier criatura mínimamente razonable (incluso los demás Skavens) considera que los Monjes de Plaga son un horror para los sentidos. Se les reconoce inmediatamente por sus harapientos ropajes, mugrientos sudarios que apenas cubren sus supurantes llagas, las deformaciones óseas y las hinchadas ampollas que recorren sus torturados cuerpos. Sus gruesas capuchas y podridos vendajes no pueden ocultar el enfermizo olor dulzón de la podredumbre, que parece flotar en el aire de forma casi visible, y es este hedor el que atrae a los enjambres de zumbantes moscas que acompañan a estos repugnantes acólitos.
Cuando se reúnen varios Monjes de Plaga, pueden oírse sus chillones cánticos mientras recitan versos del Libro de las Calamidades, repitiendo de forma incesante el Liturgicus Infecticus. A medida que sus hermanos se acercan a las líneas enemigas, sus cánticos y su ritmo de avance se acompasan, y los Monjes de Plaga parecen entrar en un terrible estado de furia. Se lanzan al combate presos de una ferocidad fanática, ansiosos por llevar la muerte y la destrucción hasta sus enemigos. Con los ojos desorbitados y las bocas espumeantes, los Monjes de Plaga parecen poseídos por un fervor tan sobrenatural como profano. Atacan implacablemente con filos incrustados de mugre, báculos con punta metálica llenos de óxido o con sus propios dientes, afilados como agujas. La exposición de los Monjes de Plaga a la enfermedad y a la pestilencia ha endurecido sus cuerpos llenos de furúnculos hasta hacerles inmunes al dolor. Esta capacidad de ignorar heridas que incapacitarían a cualquiera, combinada con un histérico fanatismo por su causa, significa que la única manera de detenerlos es desmembrarlos por completo.
Su devoción y celo maníaco convierten al clan Pestilens en el más resuelto de todos. Ellos mismos se consideran diferentes a los demás Skavens, y son vistos como una verdadera rareza por ellos. Esta convicción absoluta de su superioridad moral ha causado numerosas fricciones entre los Pestilens y los demás Clanes Mayores. Sin ir más lejos, la propia historia de los Pestilens está llena de violencia y confrontación. El clan Pestilens volvió a aparecer en escena de manera totalmente inesperada para el Consejo de los Trece en el año 100. Ya nadie recuerda el nombre original de este clan, que durante la Gran Migración se había dirigido hacia los ardientes desiertos de lo que hoy en día es Arabia, ni tampoco se sabe como hicieron para encontrar los túneles bajo el Gran Océano para llegar a las distantes junglas dominadas por las criaturas de sangre fría. En estas húmedas junglas, el clan fue diezmado por virulentas enfermedades tropicales y por los guerreros reptilianos que defienden aquella tierra. Los pocos que sobrevivieron, encabezados por un Señor de la Guerra cuyo nombre se ha perdido en las brumas del tiempo, se escondieron en las ruinas de un templo que encontraron en las profundidades de la jungla. Allí descubrieron secretos ancestrales que debían haber permanecido ignotos para toda la eternidad. Quizás se debió a que estos acontecimientos cambiaron su suerte, o a que los glifos e inscripciones de la ciudad templo afectaron a sus mentes y les llenaron de una furia asesina producto del trastorno, o quizás realmente estaban elegidos por la Rata Cornuda, pero lo cierto es que estos Skavens empezaron a adorar a las mismas enfermedades que los estaban matando. Afectados constantemente por las plagas, eran capaces de resistir las enfermedades mientras mantuviesen una fanática devoción a su ulcerado dios. Los Monjes de Plaga empezaron a expandirse y su ferocidad delirante llegó a hacerse legendaria entre sus enemigos. Los primeros en sufrirla fueron los Hombres Lagarto; varias de sus ciudades fueron devastadas por plagas letales hasta que la poderosa magia desencadenada por los Slann obligó al Clan Pestilens a retirarse. La mayoría de los Monjes de Plaga abandonaron Lustria y huyeron a las Tierras del Sur, donde se establecieron en sus oscuras junglas. Desde allí empezaron nuevamente a moverse hacia el norte y extendieron la plaga a su paso hasta que llegaron a las tierras del Viejo Mundo.
Cuando sus emisarios llegaron a Plagaskaven, se reestableció el contacto perdido con los de su raza. Al principio, se les negó un asiento en el Consejo de los Trece, lo que condujo a una amarga y cruenta guerra civil. El poder de los Señores de la Plaga, apoyados por aquellos clanes que no estaban de acuerdo con la política seguida por el Consejo, casi llegó a triunfar sobre los Señores de la Descomposición. La población Skaven se vio diezmada por la guerra y la pestilencia desatadas por la ira de los Monjes de Plaga. Finalmente, la balanza fue rota en favor a los Señores de la Descomposición por la repentina llegada de otro clan desaparecido: los Eshin, que se pusieron a las órdenes del Consejo. Los Pestilens acabaron teniendo que humillarse ante los Trece ante la insostenible situación que suponían los sabotajes y asesinatos infalibles de los Eshin, pero los Señores de la Descomposición reconocieron que los Señores de la Plaga habían probado su derecho a obtener su silla en el Consejo de los Trece y el Clan Pestilens accedió a poner sus poderes al servicio del Consejo. A día de hoy las fortalezas principales del clan se encuentran bajo las Tierras del Sur y tienen otras tantas repartidas por el Viejo Mundo.
El momento de mayor auge de Clan Pestilens fue a partir del 1111, año en que lanzaron sobre el Imperio una nueva enfermedad desarrollada por ellos mismos: la Plaga Negra. La pandemia se extendió como un incendio fuera de control, pues fue soltada simultáneamente en pozos y alcantarillas de multitud de provincias del Imperio. En muy pocos años, tres cuartas partes de la población del Imperio habían muerto, y los Skavens surgieron de sus túneles para esclavizar al resto de la población. Grandes ejércitos de hombres rata se movían con total impunidad por las tierras de los humanos, acabando con los pocos focos de resistencia que quedaban. El Imperio estuvo a punto de desaparecer, y nadie podía negar que la práctica desintegración del mayor reino humano se debía a la potencia de la Plaga Negra. Los Señores de la Plaga aprovecharon la situación para asesinar a dos Señores de la Descomposición, y asegurarse el hecho sin precedentes (y altamente preocupante para los demás clanes) de contar con tres miembros en el Consejo de los Trece.
Sin embargo, la Plaga Negra se acabó volviendo con los propios Skavens, y eso sumado a las inesperadas derrotas que sufrieron a manos de enormes hordas de zombis que surgieron para defender la tierra de Sylvania, y al brillante contraataque del conde Mandred de Middenheim, causaron finalmente la derrota de los Skavens. Los Trece se reunieron en Plagaskaven, y las acusaciones volaron entre los Señores de la Plaga y el resto de Señores de la Descomposición. Al final, se postergó cualquier acción militar sobre el Imperio, salvo el asesinato del ahora emperador Mandred Mataskavens.
Setecientos años después, el Clan Pestilens consiguió convencer al resto del Consejo para volver a intentar una nueva invasión de los reinos humanos, esta vez en Bretonia. Intentando emular el éxito de la Plaga Negra, los Pestilens liberaron la Viruela Roja en múltiples ciudades de Bretonia. Igual que anteriormente, se dejó que la plaga diezmara a la población y después se pasó a la ofensiva militar. Pero esta vez, los ejércitos del Duque de Parravon y de los Elfos Silvanos rompieron los asedios, y acabaron aplastando a los Skavens en la Batalla de Remanche. De nuevo, un intento Skaven de subyugar a la humanidad había acabado en la ignominia, y los cruces de acusaciones volvieron a volar en el Consejo de los Trece.
Tras este fracaso, muchos Señores de la Descomposición exigieron que se expulsara al Clan Pestilens del Consejo de los Trece. Tras meses de maniobras políticas, chantajes, sobornos, amenazas y asesinatos, se ordenó una votación en el seno del Consejo. El día de la votación, el Clan Pestilens intentó hacerse con el control del Consejo, acusando a los ancianos Señores de la Descomposición de herejía y traición. Por todo Plagaskaven se desató la violencia entre los guardias albinos del templo, los Monjes de Plaga y el resto de clanes. La anarquía campó a sus anchas a medida que uno u otro se hacía con el control de la situación. Finalmente, el Clan Skryre derrotó a los Pestilens y se hizo con el control de Plagaskaven, pero la guerra civil había empezado, y ya nadie podía detenerla.
Desde entonces, los Grandes Clanes, excepto los Eshin, han intentado hacerse con el control de la raza Skaven, así como algunos clanes menores como los Mors. Las alianzas se hacen y deshacen en cuestion de horas, y reina una anarquía total.
La caída del gigantesco cometa de piedra de disformidad sobre Mordheim ha causado un gran revuelo en el Imperio Subterráneo. Todos los Grandes Clanes han enviado pequeñas bandas a recolectar piedra bruja, en una especie de partida de ajedrez en la que nadie quiere abrir la caja de los truenos y enviar a sus gigantescos ejércitos. Los Pestilens cuentan con su fanatismo enfermizo, sus virulentas enfermedades y con la propia bendición de la Rata Cornuda para hacerse con el control de las ruinas de Mordheim, o al menos eso dicen ellos.